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Infancia e inclusión: naturaleza y pureza

Infancia

La infancia, esa etapa de la vida por la que todo ser humano transcurre, en la que las preocupaciones, tal y como los adultos entendemos, no existen. Aquella época en la que un abrazo y un beso del núcleo familiar más cercano espantan todo dolor, preocupación o temor.

Un estado temporal que podría definir con las siguientes palabras: inocencia, dulzura, empatía, generosidad, transparencia, sinceridad, bondad, espontaneidad, felicidad, disfrute, satisfacción y el que creo el adjetivo estrella y que sin duda más me puede gustar, PUREZA. Almas blancas, alejadas de la corrupción social, sin prejuicios, sin cánones, sin límites, sin vergüenza, apartadas de la envidia mundana y la insatisfacción personal. Ejemplos a seguir por el adulto que educa, ángeles que aportan y suman mucha más humanidad que altos cargos empresariales, políticos y dirigentes de gran renombre.

Infancia y corazón, sustantivos ligados y vinculados, como gestantes siameses, dependientes e inseparables. Cuántas lecciones nos quedan por aprender de los benjamines de nuestro querido mundo.

Inclusión

La inclusión, término pedagógico referido a la diversidad educativa, a la aceptación de las diferentes normalidades de todos y cada uno de los habitantes de una comunidad.

Un concepto en auge, una corriente de moda, una actitud con muchos seguidores y grandes y fieles adeptos, pero a día de hoy, y si se me permite dar mi opinión, poco y/o pobremente arraigada.

Infancia e inclusión

Inclusión e infancia, dos conceptos diferentes pero en consonancia, dos aspectos individuales y con carácter propio pero estrechamente relacionados. Actitud y maestro, comportamiento y ejemplo. Así es tal y cómo entiendo yo el significado de estos dos términos.

Estudiamos, practicamos, nos involucramos y seguimos trabajando en cómo conseguirla y llegar a presumir de haberlo logrado. Pero a día de hoy no es así. La sociedad nos pervierte, nos pone obstáculos, nos moldea a su antojo y todas y cada una de esas almas blancas, llegadas al mundo como seres translúcidos, se trasforman en sacos de muchas emociones contendidas, con apenas autenticidad y con mil y un prejuicios. Adultos que trabajan diariamente para ganar la batalla a las normas impuestas y conseguir la vida sin filtros, lograr la felicidad por vivir tal y como se es y no como se suponen que debemos serlo. Corazones que luchan por volver al origen del útero materno y por conseguir de nuevo la tan dulce pureza.

Infancia e inclusión, dos en uno. Ellos, los más pequeños, saben cómo hacerlo, conocen sin haber sido enseñados, cómo lograrlo y la respuesta está en su corazón. Este no necesita definiciones, adaptaciones ni clases magistrales. Es naturaleza, es aceptación verdadera. Es real, los más pequeños son grandes maestros y de ellos debemos aprender a reeducar nuestro corazón, nuestra perspectiva.

Lecciones de una maestra en inclusión

Hablo desde la experiencia y con conocimiento de causa. He tenido el honor y privilegio de compartir aula, pupitre y juegos con una niña que vino al mundo con todas las dificultades y problemáticas que se puedan imaginar. Y luchó y salió adelante y su suerte fueron unos padres cargados de fe, entusiasmo y buenos propósitos.

El colegio y todas y cada una de nosotras, sus compañeras de clase, fuimos premiadas con su paso. Auténtica, divertida y con carácter, dejó muy claro desde muy pronto que era una más, quizás con necesidades puntuales, pero sin pretender concesiones extras. Y así fue, y todo transcurrió con llana y simple normalidad. Y nos adaptamos a ella y ella a nosotras y todo era “normal”. No veíamos más allá, no había miradas furtivas, comentarios sobre su cuerpo o aceptación impuesta. Todo era puro, normalidad en su total definición, inclusión desde el corazón.Avanzamos juntas, logramos unidas y su paso por el colegio fue “normal”, nadie aflojó su ritmo y todas salimos ganando.

Su paso por la vida fue furtivo y su vida se apagó mucho antes de seguir superando obstáculos, pero a todos nos dejó un gran legado, conocer el verdadero concepto de inclusión. Demostró con su vida que todo es cuestión de corazón y en cómo la vida transcurre según los ojos de éste. Almas blancas y puras que ven a través del corazón y actúan en consecuencia.

Tenemos grandes maestros a nuestra vera y un precursor que vivió y mostró toda bondad, Jesús era un salvador compasivo e inclusivo, un total amante de la pluralidad, aún en los escenarios más controversiales. Tomemos ejemplo de Él, de ellos, reeduquemos nuestro corazón, luchemos por la pureza, consigamos volver a nuestros orígenes, abramos el corazón y aparquemos la mente. De esta manera seguro estamos más cerca de conseguir la inclusión. ¡Podemos! ¡Adelante!

Autora: Marta Tremols, profesora del Colegio Adventista de Urgell, Barcelona. 

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