No lo digo yo, lo dijo ella:
Me he comprometido a hablar esta mañana de la necesidad de apartar a nuestros hijos de las escuelas públicas, y de llevarles a lugares donde puedan ser correctamente educados. Me he sorprende la actitud, aparentemente indiferente, de algunos, a pesar de las repetidas advertencias dadas, de que los padres deben dar a sus familias no sólo para las necesidades de hoy, sino especialmente preocuparse por sus intereses futuros, los que duran para siempre. Los caracteres que formamos en esta vida decidirán nuestro destino. Si elegimos hacerlo, podremos vivir una vida que se mide por la vida de Dios.
Cada familia, una iglesia
Cada familia cristiana es una iglesia en sí misma. Los miembros de la familia deben ser semejantes a Cristo en todo lo que hacen. El responsable de la familia debe tener una relación tan estrecha con Dios, que se dé cuenta de su deber de proveer para que los miembros de su familia reciban una educación y una preparación que los prepare para la vida futura e inmortal. A los hijos debe enseñárseles los principios del cielo. El responsable de la familia es el sacerdote de la casa, responsable ante Dios por la influencia que ejerce sobre cada miembro de los suyos. Debe colocar a los miembros de su familia en las circunstancias más favorables que sea posible, de manera que no sean tentados a conformarse a los hábitos y costumbres, las malas prácticas y los principios relajados que van a encontrar en el mundo…
Sobre los padres y las madres descansa la responsabilidad de darles una educación cristiana a los hijos que les fueron confiados. Nunca debéis descuidar a vuestros hijos. En ningún caso debéis permitir que algún tipo de ocupación absorba de tal manera vuestra mente, vuestro tiempo y vuestros talentos, que, a vuestros hijos, que deben ser guiados en armonía con Dios, se les deje ir hacia la deriva hasta que estén muy separados de él. No debéis permitir que vuestros hijos escapen de vuestra influencia para caer en manos de los no creyentes. Debéis hacer todo lo que esté a vuestro alcance para evitar que se contagien del espíritu del mundo. Debéis prepararlos para que lleguen a ser colaboradores de Dios. Ellos son la mano humana de Dios para prepararse y preparar a vuestros hijos para una vida interminable en el hogar celestial.
¿Escuelas públicas?
La educación de nuestros hijos comienza en el hogar. La madre es su primer maestro. Cuando tienen la edad necesaria para asistir a la escuela, ¿vamos a llevarles a la escuela pública? …
Algunos padres y madres son tan indiferentes, tan descuidados, que piensan que no existe ninguna diferencia entre que sus hijos asistan a una escuela adventista o a una escuela pública. Dicen:
- “Estamos en el mundo, y no podemos salir de él”.
Pero, padres, podemos usar una mejor manera de salir del mundo, si decidimos hacerlo. Podemos evitar la contemplación de muchos de los males que se están multiplicando en forma tan rápida en estos últimos días. Podemos evitar oír acerca de muchas de las maldades y crímenes que existen.
Debemos hacer todo lo posible para estar, nosotros y nuestros hijos, donde no veamos la maldad que se práctica en el mundo. Debemos guardar cuidadosamente lo que miran nuestros ojos y lo que oyen nuestros oídos, de manera que estas cosas que son, aunque nos hayamos acostumbrado, terribles no entren en nuestras mentes…
La línea de demarcación entre los que sirven a Dios y los que no le sirven debe permanecer siempre clara. La diferencia entre los creyentes y los incrédulos debe ser tan grande como la que hay entre la luz y la oscuridad. Cuando los hijos de Dios asumen la posición de que ellos son el templo del Espíritu Santo, y Cristo mismo habita en ellos, se muestra en espíritu, en palabras, en acciones, tanto que hay una distinción inconfundible entre ellos y los que siguen a Satanás…
Educando en los principios bíblicos
Algunos, en la iglesia, permiten que sus hijos asistan a las escuelas públicas, donde se mezclan con los que tienen una moralidad corrompida. Sus hijos ni pueden estudiar la Biblia ni aprender sus principios en estas escuelas. Padres, padres cristianos, debéis todo lo posible para que vuestros hijos sean educados en los principios bíblicos. Y no estéis satisfechos con que ellos estudien la Palabra sólo en escuela sabática. Enseñadles las Escrituras vosotros mismos cuando os sentáis, cuando salís, cuando entráis y cuando vais juntos. Caminad con vuestros hijos mucho más frecuentemente de lo que lo hacéis. Hablad con ellos. Haced que vuestra mente corra las vías adecuadas. Al hacerlo, hallaréis que la luz y la gloria de Dios vendrán a vuestro hogar. ¿Pero cómo podéis esperar sus bendiciones cuando no les enseñáis lo debido a vuestros hijos?
Solo toco unos pocos puntos de una cantidad de temas que se relacionan con la preparación y la educación de los hijos. Algún día espero tratar estos temas en forma más amplia, porque soy plenamente consciente de que estos asuntos hay que tratarlos con claridad. Los adventistas del séptimo día debemos andar de una manera distinta de aquella en la que se ha andado, sobre todo si esperáis que la aprobación de Dios descanse sobre vuestros hogares.
Todos los padres y madres fieles escucharán de labios del Maestro de maestros, de Jesús, las palabras: ‘Bien, buen siervo y fiel… Entra en el gozo de tu Señor’. Que el Señor nos ayude a ser siervos buenos y fieles en el trato mutuo del uno con el otro. El nos dice que debemos ‘estimularnos al amor y a las buenas obras’, ayudándonos y fortaleciéndonos mutuamente.
Sin tiempo que perder
Casi hemos llegado al hogar al que pertenecemos. Estamos al borde del mundo eterno. Los que demuestren ser dignos pronto serán introducidos en el reino de Dios. No tenemos tiempo que perder. Debemos establecer la obra en forma correcta aquí en España [en el original hace referencia Crystal Springs]. Aquí están nuestros hijos. ¿Permitiremos que sean contaminados por el mundo, con su iniquidad y su violación de los mandamientos de Dios? Pregunto a los que están planeando mandar a sus hijos a la escuela pública, donde están expuestos a ser contaminados: ¿Cómo podéis correr ese riesgo?
Queremos seguir teniendo una escuela, en la cual pueda enseñarse la Biblia, en la cual puedan hacerse oraciones a Dios, y en la cual los hijos puedan ser instruidos en los principios bíblicos. Esperamos que todo el que pueda participar con nosotros desee colaborar en este proyecto….
Participad y ayudad cada uno, perseverando con interés. Haced cada uno vuestra parte…
Hermanos y hermanas, ¿qué vais a hacer para mantener nuestra escuela? Creo que cada uno de vosotros considera que es un privilegio y una bendición tener esta escuela.”[1]
Insisto, no lo digo yo, lo dijo ella, Ellen G. White.
Deberes por hacer
Han pasado casi 120 años y tenemos los deberes por hacer. Cada una de nuestras iglesias tendría que tener una escuela asociada a ella y apenas poseemos cuatro instituciones que luchan ante las presiones sociales, burocráticas y, tristemente, eclesiásticas. Sí, eclesiásticas, porque la apatía o el descreimiento hacen más daño que cualquier pandemia. Estudiar en una institución educativa adventista es una bendición que te acompaña toda la vida. Es uno de los mejores sistemas de evangelización; de los mejores espacios de protección de nuestros hijos; una realidad que, en algunos casos, puede ser deficitaria pero que siempre es beneficiosa. ¿Qué os voy a explicar? Vosotros ya lo sabéis. Este no es un asunto de saber o no saber sino de comprometerse o no.
No lo digo yo, lo dijo ella: ¿Qué educación puede superar a esta? ¿Qué puede igualar su valor?[2]
Pensadlo, ¿no es tiempo de acabar los deberes?
Autor: Víctor Armenteros, responsable del departamento de Educación de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en España.
NOTAS:
[1] Este discurso de Ellen G. White fue escrito en 1902, se le cataloga como el Manuscrito 100 y se puede encontrar en 3MS, 241-242.
[2] Ellen G. White, La Educación, 17.