El profesor José Luis de la Fuente, profesor durante décadas del Col.legi Urgell e hijo de Palazuelos, ha escrito un libro sumamente interesante. Lleva por título: “La subsistencia: ese gran milagro”. Habla de un mundo rural cuyos usos y costumbres tienden a ser olvidados y hace memoria de realidades que construyeron nuestra sociedad y merecen ser recordadas. Le hemos pedido que él mismo haga un resumen del contenido de este material y gentilmente, atributo que siempre le caracteriza, nos propone estas letras:
“Teniendo ante mí el libro convertido en una gozosa realidad, he de hacer un esfuerzo para dominar la emoción y tratar de contener el cúmulo de vivencias que se desborda en tropel, a fin de hacer un conciso resumen siguiendo el índice del contenido de este instrumento cultural muy útil para conocer el “modus subsistendi” que vivimos en nuestra tierra castellana por muchas generaciones hasta la modernidad.
En el capítulo de la familia hago un repaso, no tan solo del nacimiento de sus sucesivos siete hijos, sino de las circunstancias en que se producían y del milagro de la vida aún en aquellas duras condiciones. ¡Éxito total, gracias a Dios, siete de siete!
El siguiente capítulo: Sin cantor, pero cantando, muestra la actitud laboriosa, tenaz y positiva, aunque sufrida, de las gentes que con constancia, esfuerzo y una obligada esperanza, abordaban su día a día con el máximo de buen ánimo y con una socialización funcional, pragmática y eficaz de lo que daban fe sus cantos, rondas, fiestas y bailes populares.
Los capítulos 3,4 y 5, compendian las condiciones físicas del lugar y la optimización máxima de los espacios y tierras mediante el esfuerzo permanente y sus diferentes labores a fin de obtener el mayor rendimiento a través de las especies vegetales cultivadas en tan exiguas tierras.
El sobrio carácter de las gentes de Castilla, parco en palabras, aunque rico en refranes, y aún más remiso a hacer elogios desmedidos; siempre dejaba aparecer gestos ejemplares de ayuda y solidaridad cuando la ocasión lo requería, mostrando así, por encima del interés propio, que el dicho “hoy por ti y mañana por mí” es una adaptación funcional de la regla de oro evangélica “haz a los demás cómo quieres que te hagan”.
Aparte de las labores propias relacionadas con la recolección en el tiempo del verano, explico las muchas otras dinámicas en que se ocupaban las gentes para mejor subsistir como era preparar diariamente las comidas en sus pucheros y tarteras de loza, lavar en el lavadero, coser y remendar sus ropas, criar y cuidar algunos animales de granja y corral para tener así algunos complementos alimentarios, amasar la harina para subir su masa al horno donde les eran cocidos sus diez o doce panes semanales.
Otras actividades de aprovisionamiento consistían en confeccionar el cáñamo para así tener cuerdas con que atar sus cargas, cortar la leña y almacenarla para tener combustible con qué guisar y calentar la casa, hacer la matanza y sazonar los subproductos derivados para conservarlos e ir usándolos a lo largo del año.
La apicultura y el pastoreo eran actividades complementarias que son descritas con toda riqueza de detalles y que apuntalaban su parca economía.
La construcción de la vivienda y la obtención del patrimonio para fundar un nuevo hogar, así como las penurias, privaciones y peripecias derivadas del largo y difícil periodo de la postguerra civil española, ocupan la parte final del libro en el que relato, además, el fenómeno del éxodo rural a las capitales y la posterior vuelta a las raíces de aquellos desplazados; para concluir el libro con un relato de actividades de acondicionamiento y recuperación de los espacios heredados en clave de testimonio personal.
Espero que este conciso resumen ofrezca las pautas de la riqueza en detalles que se expresan en el libro estimulando así su uso y lectura a fin de conocer cómo subsistieron nuestros padres y abuelos hasta que la llamada modernidad relegó ese modus vivendi a tan solo recuerdos en la memoria de una generación en vías de extinción. Humildemente expreso que este libro lo recupera y deja constancia de ello por escrito. ¡Alabado sea Dios!”
Agradecemos su transferencia de conocimiento.